![]() |
||
¡OH! QUE LOS HOMBRES SEPAN Señor, mi Dios, Tú eres mi meta, mi principio y mi fin, siempre mi fortaleza, y en mi debilidad me sustentas con fuerza. Oh, que los hombres sepan que Tú has sido mi Ayudador; que cuando resbalaba me sostuviste Tú; y aún cuando pecaba, con paciencia soportaste, para luego acercarte y hacerme volver. ¡Quién como Tú, Señor! que soportas al flaco, que comprendes al débil, que perdonas al malo, que sostienes al que no puede, que llenas al vacío de júbilo inmortal. Por Tí aman los hombres, por Tu soplo respiran, por Tu amor significan, por Tu Luz pueden ver. Si acaso pudiesen los hombres comprender que Tú eres su todo, que sin Tí no hay poder. Señor, ¿qué diré? ¡que Tú me has sostenido! Y para que en mi camino Tu amor se vea también, contaré mis vergüenzas y mi debilidad, y que los hombres sepan cual mi fragilidad, y que entonces comprendan que si algún paso di, no lo hice nunca solo; lo diste Tú por mi. Cuando mi mente nublábase sin entender por qué, Dios mismo fue el reposo que me dio lucidez; de igual manera, dias cuando mi peso erea tal que ni conmigo mismo podía yo cargar, Él me llevó en Sus hombros como pesada cruz, y me afirmó en el Monte donde encontré Su Luz. También cuando sentía nervios estremecer, del fondo de Su templo me vino a socorrer. Las más grandes tormentas en Él pude vencer; Él, todas mis angustias, quiso desvanecer. Venid a Él, oh hombres, ¿por qué morir allí? si a millones Él salva, también lo hará por ti. Señor, yo te agradezco por Tí, Señor, por Ti; no hay nada comparable, Señor, mi Dios, a Tí. ¿En qué pierden los hombres su búsqueda y andar? pues sólo Tú eres todo lo que se ha de anhelar. En Ti se encuentra plena la respuesta eternal. Señor, en Tí encontramos lo que se ha de buscar. Gino Iafrancesco V., 1981, Tobatí, Paraguay. |
![]() |