HACIA UNA PSICOLOGÍA ESCATOLÓGICA

 

1

Un lugar para la fe dentro de la investigación

Existe en las investigaciones del hombre una cierta mística preconcebida, cualquiera fuere la tendencia del investigador; y es que el hombre no puede escaparse de la gran realidad que es él mismo como sujeto en proceso de formación. A pesar de la honestidad, la perspectiva muchas veces depende de los escasos elementos de juicio. Hagámosle justicia a la fe. El hombre necesita un poco más que la razón para conocer la realidad; necesita de la revelación. He allí el lugar natural y normal de la fe, elemento imprescindible del género humano. Aunque no se la use en la revelación, se la usará en la hipótesis, en la deduc­ción, en la interpretación. ¿Cómo puede un hombre suponerse científico si descarta ese abultado trozo de la realidad llamado “fe”? ¡Cuán menos científico será si desconoce las evidencias de la revelación! Mientras más trate de ignorarlas y más se apresure a descartarlas, más se condenará a sí mismo. Lo que sucede es que seremos juzgados según lo que escogemos. En el fondo se trata de: Dios o Satanás. Para el que no crea en el juicio, le diré que toda consecuencia es una realidad. No confíe en ilusiones, pues se hallará con su propia elección. El hombre normal posee el sentido de la fe para ser usado con toda naturalidad, igual que los demás sentidos. No se aparte de la saludable realidad; reconozca el lugar de la fe. Acuérdese de ese nombre histórico: Jesús Cristo. No debería usted olvidarlo.

 

2

Del planteamiento y la interpretación


La investigación científica pretende describir la realidad circundante mediante el común denominador estadístico, pero falla grandemente cuando se plantea la pregunta en forma prejuiciada y en términos apriorísticos. De igual manera falla cuando interpreta los resultados impregnada de motivos preconcebidos, algunas veces inconscientes. El planteamiento y la interpretación son casi siempre meramente relativos.

3

Vanagloria

Ese vanagloriarse del hombre en su llamada ciencia, pues a la verdad no es ciencia sino tan sólo experiencia, ese vanagloriar­se es una fabricación natural humana que utilizan los hombres para llenar su necesidad de seguridad, condición de la existen­cia.  Es la fe natural del hombre que busca un lugar donde reposar, y cuando se aparta de la confianza en Dios, entonces edifica en su experiencia, a la que llama ciencia, edifica la imagen de un protector, pues se apartó del verdadero.  Pretende el hombre en su llamada ciencia hallar al protector que le dará seguridad.  El delirio de su vanagloria es para combatir el temor de su incertidumbre.  Su fanatismo “científico” es también una prueba de su religiosidad, ahora mal encausada y enmascarada.  Sí, la llamada ciencia es la nueva máscara de la religiosidad humana que se pintarrajea la cara para la fiesta de las nuevas circunstancias y para la guerra del destino. El fervor de la adoración del hombre se vuelca entonces hacia su nuevo tótem.  El hombre necesita postrarse en gratitud y reposo, que son elementos de la seguridad; y al rechazar a Dios, se postra ante el cientificismo derramando su gratitud ante los nuevos héroes. Ahora se siente “iluminado” por el “conocimiento”, y baila la danza del “descubrimiento”.  La dirección en la que busca dirigirse la fe es hacia la verdad.  El sentido de la fe en la estructura del hombre no le perdona, y entonces etiqueta el hombre con el santo nombre de “la verdad”, que es necesaria a la existencia, etiqueta con ese santo nombre a cada nuevo dios que le produce su laboratorio. ¿Cuánto tardará en despertar de su nuevo mito y regresar al Padre original?  Tardará el tiempo que demore la honestidad en protestar. ¿Qué es la filosofía y el cientificismo modernos, sino los nuevos nombres de los dioses paganos antiguos?  Pero hay Un Sólo Dios, pero muchos ángeles y muchos demonios, la fuente de siempre, las voces ocultas tras la inspiración.

 


4 

Los nuevos dioses

Mirad de los nuevos dioses de quienes esperan oráculos: Carbono 14 y Potasio-argón.  A éstos preguntan y en sus mentiras creen.  No importa si la historia registra que el campo magnético ha variado desde el Diluvio, y que una cubierta de aguas detenía la formación de radiocarburos; muchos factores afectan las constantes. No es tanto el tiempo como quisieran, ni millones de años; pero los pueblos ávidos se abalanzan sobre las migajas de componendas que sus nuevos sacerdotes de la llamada ciencia les presentan al salir del santuario nuevo del laboratorio. Y así rinden su fervor al inmanente azar. Deprava­ción vil ha corrompido a la humanidad. Su religión cientificoide les robó lo más noble del significado de su ser. Su dignidad se convirtió en moléculas y besaron el caos hasta la conflagración. Miradlos allí; todos sus devotos se preparan para el holocausto.

 

5

Degeneración de la pregunta humana

El hombre se degeneró en su manera de preguntar. Lo hizo primero a Dios, pero de allí descendió a los espíritus, a los que llamó dioses; entonces preguntó a sus antepasados. Fue así que se volcó a sí mismo para preguntarse, y de sí se inclinó ahora a la materia para buscar de ella una respuesta para su espíritu.

 

6

Del conocimiento religioso


La filosofía trata con el sistema de abstracciones del mundo metafísico; la religión, en cambio, trata con el ente metafísico mismo; contacta con él. He allí la superioridad del conocimiento religioso comparado al conocimiento filosófico, en cuanto a lo metafísico. La ciencia así llamada, llega más bien a ser no-ciencia en este respecto, pues a sí misma se limita en el uso de los sentidos receptores de la integridad humana. La evidencia metafísica es conocida en el terreno de la religión.

 

7

De la definición

La definición de una cosa es su propia evidencia.

 

8

Del engaño al racionalismo

Al racionalismo lo engañó el sentimiento de autosuficiencia.

 

9

De la mentira

¿Qué es, pues, entonces la mentira?  Es ese necio pensamiento ilógico de la existencia creada que se pretende propia en sus pensamientos y sentimientos.

 

10

De la convicción


Diferentes elementos de juicio actúan en la formación de las convicciones.  Y las circunstancias de ningún hombre son plenas (aparte de Jesús Cristo). De allí que la única convicción digna de confianza es aquella que proviene directamente como un don gratuito de revelación de parte de Dios; y eso es asunto de exclusiva iniciativa divina, aunque también Dios quiso otorgar al hombre responsabilidad. Nos postraremos indefectiblemente ante el altar de Su soberanía. Nada podrá cambiar esa realidad. Tarde o temprano doblaremos nuestras rodillas con acatamien­to. Nuestra existencia contingente solamente puede apoyarse y subsistir, aun a su pesar, en un Dios trascendente. Yo sé que éste es Yahveh revelado mediante Jesús Cristo, que ha venido como hombre verdadero.

 

11

Adolescencia

Esa petulante e imaginada independencia existencialista atea o agnóstica, diseminada en las diversas fases de la cultura, no es más que la tristemente burda manifestación de la inmadurez del hombre; su adolescencia.

 

12

Derrotero del existencialismo agnóstico o ateo

¿Cuál es el derrotero del existencialismo agnóstico o ateo? ¡Continuar la prole de la serpiente!

 

13

La nostalgia humanista

El humanismo es el disfraz de una nostalgia del Paraíso.

 

14

La síntesis de complementos


La supuesta ley de los contrarios u opuestos, dentro de la razón dialéctica, es una ilusión o engaño. Dícese que al enfrentar a la tesis la antítesis, resultará la síntesis. Pero, ¿qué es en realidad la síntesis misma? ¿No es acaso la demostración de que no había tal oposición o contrariedad? Pues la síntesis se efectúa en virtud de la complementariedad; y lo complementario no es necesariamente opuesto o contrario. La razón dialéctica resulta, pues, no el canal ni el motor de la síntesis, sino el obstáculo de inmadurez que hay que remover para llegar al descubrimiento. La síntesis es el descubrimiento de los complementos, el final de la ilusión. La ley de los opuestos es una ilusión. No merece llamarse por la categoría de opuesto o contrario a lo que es meramente complementario o suplementario. Una es la catego­ría de los opuestos, otra la de los complementos. La síntesis ocurre dentro de la categoría de los complementos, y no dentro de la de los opuestos. La razón dialéctica adolece, pues, de inmadurez. Al penetrarse en el proceso dialéctico y sondear la pista del descubrimiento para la síntesis, la dialéctica resulta no ser tal, sino que se presenta más bien como mayéutica que como dialéctica; es decir, deja entre vista la ilusión de su apariencia. La mayéutica lleva a la síntesis por los complementos, poniendo en evidencia la unicidad de la estructura, que era real y permanecía latente durante la ignorancia en el período de la presíntesis. El período de la presíntesis no trabaja como una ley sino como una ilusión. El descubrimiento de lo complementario desvanece la ilusión de la ley de los opuestos. Lo que hace la síntesis es revelar la estructura subyacente.

 

15

Historia y mito


Muchos mitos son versiones deformadas de una verdadera historia que en alguna parte tiene su versión. Resulta insensato despreciar con prejuicios el sentido del mito. Lo que debe más bien hacerse es escudriñar la genealogía del mito hasta su raíz, verificando en el camino la partida de sus desviaciones, y hallando el tronco original que nos llevará a lo que ya no es mito sino la realidad histórica. Una historia verdadera es la raíz de la cual se desprendieron los mitos. Esa historia se conserva fiel en algún lugar. Yo creo en el testimonio de las Sagradas Escrituras, la Biblia. El mito es la respuesta que se da un pueblo ante su condición. Tal condición tiene una historia real; por lo tanto el mito se desprendió de allí, aunque en el camino se haya degene­rado. En los mitos, no todo es tan sólo mito, como tampoco todo es ciencia en las ciencias. Más bien diría yo que muchas teorías científicas son también mitos y cumplen el papel del mito entre sus adeptos. La fe en la ciencia es la nueva mística de la mitolo­gía actual.  La ciencia es el mito moderno.  Hay un poder auténtico que sobrevee el correr del hilo genuino de la historia plena del hombre; y hay también un poder engañoso que alimenta con intereses creados la desviación de la interpretación del hecho real. Los hombres escogen poner su fe o confianza en uno u otro poder.

 

16

Historia, mito y psicología

Las similitudes de la historia verdadera con los mitos son obvias; han de parecerse si provienen de un pasado común. El mismo mito confirma el detalle auténtico de la historia. El mito corresponde a la psicología de los pueblos, porque ésta corres­ponde a su historia. Esa historia se remonta hasta el primero tras sus huellas.  Las huellas del primero son más historia que mito.  Adam no puede faltar.

 

17

De la libido

No es la libido, de existencia contingente, la que produce al Creador,[1] sino que es el Creador el que dio curso a la libido. No son la mística y la metafísica un símbolo sublimado de la libido, sino más bien la libido un reflejo y símbolo del acontecer metafísico; un reflejo, un símbolo y también un resultado. La correspondencia debe interpretarse en sentido contrario al de sublimación.

 

18

De la objetividad del sujeto


El testimonio del Espíritu Santo no es algo meramente subjetivo, sino que se presenta al sujeto tan objetivamente como se le presenta su propio sujeto y el universo mismo. Algunos subjetivistas negarán la posibilidad de conocer al objeto; mas ¿de dónde el concepto de objeto? Quizá dirán que el objeto es una abstracción del sujeto; pero digo, ¿no es acaso tal abstracción una inferencia hecha a partir de la evidencia del objeto mismo?  Es la evidencia del objeto la que despierta la representación abstracta inferida.  El sujeto mismo es un objeto cuando se presenta ante sí; tal es el caso de la introspección, por ejemplo. El Espíritu Santo muchas veces contradice las tendencias naturales del sujeto y opera en un nivel evidentemente sobrena­tural.

La enajenación del raciocinio acontece precisamente cuando se divorcia el concepto de su existencia objetiva, cualquiera fuere la naturaleza de ésta. El sujeto se traslada a un plano meramente abstracto donde puede confundirse en el mero cónclave de las representaciones independizadas del objeto de donde fueron inferidas, rompiendo así su comunicación con las evidencias mismas. Ese es el peligro de la filosofía sin religión.

Los neofreudianos se deslizaron del campo psicológico al epistemológico, cerrándose a la evidencia objetiva metafísica. Diluyeron para sí mismos el contenido real del testimonio de la revelación. La consideración parcializada de solamente la parte subjetiva del mito, ha llevado a muchos estudiosos a una interpretación errónea de la conducta humana.  El mito, conside­rado meramente como transformación y símbolo de la libido,[2] divorcia al hombre de las realidades objetivas mismas que dispusieron la estructura de la energía dinámica del alma.  El mito y la libido se relacionan, pero la objetividad hace más plausible que el mito contenga disfrazada la historia que explica a la libido, en vez de la libido explicar al mito suficientemente. El objeto libido demanda una historia objetiva, y hela allí disfrazada de mitos que provienen de hechos ajenos a la meras representaciones de la libido misma.  La libido es contingente, y no se creó a sí misma; tampoco existe evidencia científica de su evolución.  Hablando crudamente, cuando mucho hallamos hipótesis cada vez más improbables.


La energía del «superyo» no es, pues, únicamente extraída del «ello»: El «superyo» tiene también su historia independiente entretanto que la libido demande un estructurador y una fuente original onto y filogénica.  La innegable relación «ello-yo-superyo» no debe confundirse siempre con transformación libidinal o sublimación.  La libido no es toda la realidad que existe ni la única naturaleza en las cosas evidentes que existen.  El cuerpo no es el alma, y el alma no es Dios, aunque la estructu­ra está plenamente diseñada para que haya relación.  No obstante, la naturaleza de cada uno conserva una característica irreductible.  El alma no puede ser reducida meramente al cuerpo aunque obviamente se relacionan.  El hombre es una unidad integral que disfruta de diversas naturalezas (biológica, psíquica y espiritual).  Tampoco Dios puede ser reducido a un mero producto del alma.  La perspectiva es justamente lo contrario: Dios explica al alma, y el alma explica al cuerpo; no al revés.



[1]Alusión a la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud y a la filosofía de Feuerbach.

[2]De nuevo alusión a las teorías psicoanalíticas de Freud, Jung y los neofreudianos.

Hoy habia 3 visitantes (23 clics a subpáginas) ¡Aqui en esta página!
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis