12

El hombre se descubre

El hombre no se hace en cuanto a naturaleza; simplemente se descubre.

 

13

Del conocimiento empírico


El conocimiento empírico sólo se hace posible gracias a modos de realidad predispuestos antes de la experiencia y del conocimiento.  Tales modos de realidad se hayan diseñados según principios que por afectar la realidad son ellos mismos reales. Tales principios evidencian una causalidad final o teleológica, y por lo tanto suponen un Sujeto Dueño de los principios tales, el cual es Dios.

 

14

De la estética

La disposición de la estructura humana para el juicio estético está diseñada para el goce de la realidad en sí.  Después de conocer la realidad, entonces se goza y se posee.

 

15

Del sentido común

Lo que es del hombre, lo entiende el hombre; y si no es una locura, basta el sentido común.

 

16

De la jactancia moderna

La jactancia moderna, con su temor de lucir primitiva, se engaña a sí misma cambiando meramente las palabras. No modifica la realidad, sino que se dopa con el tranquilizante de la lingüística y la terminología, enajenándose con el nominalis­mo.  Tal terminología expresa meramente su deseo, pero no es fiel a la evidencia.

 

17

Hombre y psicólogo

No por ser psicólogo se es más que hombre; ni por ser meramente hombre se es menos psicólogo.


18

De lo irracional en la razón

La razón se hace irracional cuando no cuenta con la revela­ción.

 

19

Del mito de la razón suficiente

La suficiencia de la razón es un mito; primero, porque la razón es apenas una pieza influenciable de la estructura humana; segundo, porque la razón es contingente; tercero, porque los elementos de juicio con los que trabaja la razón son generalmen­te insuficientes si no cuenta con la revelación; cuarto, porque la razón es dependiente; quinto, porque existe para la razón un propósito trascendente a ella; es decir, no fabricado por ella, sino por el Autor de la estructura racional.  La razón apenas aprende a interpretar lo dado, pero lo dado se impone a la razón.

 

20

De la originalidad vital

La originalidad vital se levanta contra el peso anquilosado de la cultura.

 

21

Del inconsciente colectivo

Más bien que inconsciente colectivo, se trata de historia y condición común, estructura homínida común.

 

 

 


22

Orgullo y engaño

El orgullo levanta su morada sobre la mentira de pretenderse suficiente y propio.  La humillación voluntaria ante la Soberanía Divina se asocia al reconocimiento de la verdad.  El orgullo se alimenta del engaño; la humildad de la verdad, la realidad.

 

23

De la envidia

La envidia hace fiesta cuando cae el envidiado.

 

24

Cierta ignorancia

La mejor manera de combatir algunas cosas es ignorándolas.

 

25

Del dolor y el placer

El dolor se disfraza de placer; la máscara del dolor es el placer; nos tragamos el dolor vestido de placer.

 

26

De los sueños



Los sueños parecen revelar el intento de superar o solucionar los problemas con que nos enfrenta la vida.  Durante el sueño me parece que buscamos la respuesta, manipulamos el conflicto, ensayamos las opciones, hacemos pruebas, imaginamos situacio­nes, sondeamos enigmas, examinamos, arriesgamos suposicio­nes, representamos posibilidades, hacemos hipótesis, nos colocamos en lugares donde podemos probar situaciones que deseamos conocer y controlar.  El simbolismo onírico encubriría, pues también, tal actividad.  Mientras descansamos, la vida indaga sobre futuros pasos; busca prepararse para continuar su camino.  Y así como en algunas ocasiones Dios, o Satanás, ángeles o demonios, intervienen en nuestra vida regular de vigilia, en contadas ocasiones nuestra vida regular de sueños se ve también intervenida por Dios y por otros seres de la dimen­sión espiritual.  Tal intervención de Dios, o de ángeles y demo­nios, es real y no solamente imaginaria.  En el sueño normal no intervenido, actuamos solos, aunque existen también casos de comunicación con otros durmientes.  A veces imaginamos al ser real; otras veces, tal ser real espiritual interviene con su realidad propia.  Durante el sueño, a menudo el proceso de despertarse es representado como un ascender simbólico, como una culminación.  La interpretación freudiana de los sueños como satisfacción de deseos sexuales reprimidos no es exacta ni suficiente.  La vida es más que sexo, y la energía no sólo proviene de impulsos sexuales.  A cada actividad normal de la vida corresponde su energía especial.  El deseo sexual reprimido es apenas uno de los problemas o de las situaciones con que nos enfrentamos en la vida.  En algunas ocasiones el sueño trata también con él como una parte del acontecer vital, mas no todo en la vida es deseo sexual reprimido.  El impulso primario en la energía vital humana es desarrollar la integridad de la “hombre­dad”, la cual es esencial e innata en todas sus partes, y no es adquirida.  El sueño cumpliría durante el descanso una función de entrenamiento integral; sería como una lección de capacita­ción programada autónomamente.  El sueño no es precisamente una premonición del futuro, sino una indagación en miras a enfrentar el futuro, a partir del estado actual con su carga del pasado, y utilizando inclusive el instrumento de las percepciones del subconsciente.  Cuando queremos algo, pero no sólo queremos, sino que indagamos acerca de algo, podemos soñarlo como para visualizarnos en tal situación y comprenderla mejor.  Igualmente parece suceder cuando nos preocupa algo, así como cuando nos preguntamos por algo.  Tal deseo, o pregunta, o preocupación no es precisamente un símbolo que esconda una energía reprimida, aunque en algunas ocasiones podría serlo; es simplemente un hecho normal humano, vital y auténtico, irreductible y legítimo; es decir, del nivel humano normal.  No es necesario rastrearlo y aprisionarlo hasta la animalidad.

 

27

De la antigüedad del concepto de resurrección

El concepto de resurrección es mucho más antiguo que el zoroastrismo con su mazdeísmo, dualismo y ciclos.  Ya el rey David, en el libro de los Salmos, había profetizado acerca de la resurrección del Santo de Yahveh.  Tal cita era usada por los apóstoles de Jesús Cristo para confirmar escrituralmente la resurrección de Cristo, de la cual fueron testigos presenciales, fieles hasta el martirio.  Zoroastro o Zaratustra fue apenas contemporáneo de Nabucodonosor de Babilonia y de Tales de Mileto, mal llamado padre de la filosofía; [el hombre siempre fue filósofo, aunque la expresión de su filosofía cambie de matiz según la época].  Zoroastro fue influenciado por el profeta Daniel.  David fue anterior a Zoroastro.  Igualmente podemos decir lo mismo con respecto al antiquísimo libro de Job, donde éste declara su esperanza de un redentor al cual verá en su misma carne después de deshecha esa su piel.[1]  Tal esperanza de resurrección es, pues, mucho más antigua que Babilonia y Persia.  El profeta Isaías, que predijo la cautividad de Israel en Babilonia, ya mucho antes de Zoroastro, había profetizado la resurrección.


Diré, pues, que el concepto de resurrección es tan, pero tan antiguo, que se remonta al origen mismo del hombre.  Ya Adam poseyó tal esperanza, pues recibió la promesa de redención desde el mismo Edén y al mismo tiempo de la maldición.  Si la transgresión provocaría la muerte y ésta era el imperio de la serpiente, entonces cuando la serpiente fuese aplastada en su cabeza, su imperio sería roto.  La resurrección estaba, pues, claramente implícita en la promesa de Dios al hombre hecha en el Edén.  De allí parte la historia verídica de la raza humana y también del contexto del cual se derivaron los diversos mitos que fueron tomando con el tiempo carices diferentes, pero conteniendo camufladamente las legítimas esperanzas y recuerdos del hombre desde sus albores.  Cuando la familia de Jacob descendió a Egipto consideraba ya de importancia el lugar del sepulcro de sus padres Abraham e Isaac; por eso José hizo transportar sus huesos a Kanaán, donde efectivamente fueron introducidos por Josué.  Tal esperanza se fue definiendo en la humanidad, y la línea escogida por Dios para preparar el advenimiento de aquella Simiente redentora que aplastaría la cabeza de la serpiente, conservó y recibió la revelación que fue creciendo y acumulándose hasta que la mies humana estuviera lista y preparada para la aparición de Jesús Cristo; entonces Éste dio cumplimiento fehaciente e indubitable, delante de reconoci­dos testigos, de esa esperanza humana de resurrección; mostró al mundo las primicias de la victoria, con Su propia vida y resurrección, y entregó la garantía definitiva de la resurrección a los hombres, quitando la maldición de la tierra.  La muerte ha sido, pues, definitivamente aplastada.  La confirmación de la esperanza humana se arraiga sólidamente en el hecho de la realidad cristiana.

 

28

De la antigüedad del alfabeto


Algunos ya refutados críticos habían pretendido afirmar que el Pentateuco fue recién escrito por un escriba desconocido, en los tiempos de Esdras, puesto que decían, Moisés no pudo hacerlo dizque porque en sus tiempos no se conocía la escritura. Claro está que suena a suposiciones mal intencionadas.  Ha tiempo que es un hecho el descubrimiento de que los fenicios no fueron los padres del alfabeto, sino que lo recibieron de los semitas.  El alfabeto mismo testifica de esto: los nombres de las letras corresponden a palabras hebreas (ej.: B, beth = casa). Así, pues, que el argumento de los ya refutados críticos se derrumba cuando afirmaban que la escritura no se conocía en ese tiempo.  Vemos, sin embargo, en los Salmos de David (ej.: 103), Asaf y otros muy anteriores a Esdras, que éstos hacen mención de Moisés, de los sucesos del Éxodo, y de la Ley, lo cual es el más celosamente guardado patrimonio de los israelitas.  David no sólo precedió a Esdras sino también a la cautividad misma de Israel en Babilonia.  El registro de la práctica sacerdotal de Israel es mucho más antiguo de lo que se pretendía atribuírselo.  Por lo menos 300 años antes de que Moisés llevase a Israel al Sinaí, ya se comprobó que existía el alfabeto entre los cananeos y hebreos.  Tenemos el testimonio en las tablillas halladas por F. Petrie de los obreros del Retenú.  Las piedras del Serabit El-Chadem son ya antecesoras del alfabeto actual.  También el Código negro de Hamurabi es claramente premosaico.  De modo que la escritura en alfabeto era ya una realidad en la tierra del Sinaí en la época de Moisés.  No olvidemos que el mismo Moisés cita libros anteriores a Él.  Por otra parte, el registro extrabíblico que confirma el Éxodo se hace patente en los descubrimientos de las pinturas con semitas que laboran en ladrillos hechos por Nemberry.  Los 430 años de esclavitud parecen corresponder con el final de la época de Ramesés II, afamado constructor, en cuya época Israel sufrió el yugo de la esclavitud, de la cual fue liberado dejando, por así decirlo, la marca en la hechura de los ladrillos.



[1] Ver Job 19:25,26.

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