RAMERA

 


¿Quién os escuchará en vuestros palacios,

a vosotros vestidos cual ramera apocalíptica,

de púrpura y escarlata,

adornada con oro que es hambre de los niños,

y piedras preciosas,

sudor y asfixia de los oprimidos?

 

¿Quién atenderá lo que decís

si no reconoces que endulzas tus palabras hoy

con lo que robaste a los que ayer quemaste?

¿No los quemaste tú?

¿Dónde te sientas, pues?

¿A quién sucedes y qué añoras?

 

¡Devuelve sus castillos!

si eres justa y estás arrepentida,

a los que te los dieron

pensando comprarse el alma.

¡Te los dieron porque los engañaste!

¡Sólo la Sangre del Cordero comprará sus almas!.

 

Y sus tierras,

y sus piedras,

sus cosechas y trabajos,

eran para sus familias

y no para engordar tus cortes.

 

Ramera,

¿quién te diera arrepentirte en serio?,

pero estás sentenciada

para el fuego en las carnes.

Ayer quemaste tú

y te embriagaste en la sangre de los mártires;

he allí a la puerta la mañana

en que te quemarán a ti,

Babilonia hechicera,

y nunca más serás hallada.

El pueblo de los santos

escapará de ti.

 
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Gino Iafrancesco V., 1983, Ciudad del Este.

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